sábado, 4 de octubre de 2014

Camino de Santiago

Hoy hice una etapa (22 km) del Camino de Santiago. Es curioso cómo tantísima gente se ha encontrado a sí misma y a Dios en tan pedregosos y angostos senderos a lo largo de la historia, sólo puedo decir que, hallándome en tal dolorosa y sufrida situación, yo no fui una excepción. Al verme transitando acogedores pueblos y pequeños caminos en esos paisajes románticos tan típicos de mi patria, no pude evitar quedar fascinado por su apabullante majestuosidad. La naturaleza siempre logró sacar lo más metafísico de mí sin duda, uno camina depositando sus castigados pies sobre el suelo y acaricia suavemente la vegetación que le rodea, alzando la vista al cielo en una especie de místico trance que le lleva a la inconsciencia de cuanto le rodea, aquellas tierras de cultivo resecas, las vides que dan sus último frutos terminando así una dura temporada de bendiciones de color morado, los olivos...España, esa amada-enemiga mía. El sol abrasa suave aunque incesantemente mi piel, necesito parar, y allí, en una pequeña plaza de un diminuto pueblo perdido de Navarra, me descalzo, bebo agua y charlo con un par de peregrinos extranjeros cuyo viaje de fe y redención había comenzado en su tierra natal, nuestra antigua hija Holanda, a la que, como tantas otras, no supimos cuidar. En las horas más duras de la tarde, a este joven y alocado peregrino le toca marchar, marchar al ritmo del silencio de la vigilia popular, la melodía más bella para el trayecto. Cruzando el valle me hallé, por mi fe, que no es poco, con mis pies torturados por la tesitura, la batalla entre la determinación y el desgaste. Llegada ya bien la tarde, alcanzo otro modesto pueblo de calles pulcras cuales láminas de mármol blanco italiano, suenan las campanas y a orar marcho, ¿qué encuentro? La majestuosidad, la suntuosidad oculta tras la carcasa de una pequeña parroquia, un palacio de la fe que sobrecoge al peregrino y le hace ver que su sacrificio de ningún modo en vano es, mi alma purificada creo, ¿no es así? Si no lo es, este humilde hombre le deja el precio de su martirio a aquel que sin estar en gracia de Dios aún, lo necesite. Espero ser oído.

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